MELODÍA PARA RICARDO (1767)

Mí querido…

Al callar los silencios te distingo, oigo tu voz, siento tus latidos con aroma de sueños distantes, eternos pero nuestros, este cielo que nos cubre en la lejanía, que se escurre como miel sobre mi cuerpo, y presiento que se derrama sobre el tuyo, en esta noche callada se filtra la humedad de nuestro ojos llorosos, y fluye ese ayer que batió a la soledad, a la cordura, entre vientos y mareas nos amamos, sin límites, sin importarnos nada más, que el sentir de nuestros cuerpos y esencia, adheridos en un mundo incomprensible, hoy te presiento allí, junto al pañuelo rojo que te llevaste aquella noche fatal, cuando al descubrirnos entrelazados te hirieron de muerte, sobre mi pecho aún siento el calor de tu sangre, las caricias de tus ojos implorándome que no te olvide, hoy aquí, estoy, mirando tu rostro bañado con luz de la luna, perdido entre Ángeles que te acompañan para mirarme, se estremece mi corazón, hoy, te siento muy dentro, como aquella primera vez cuando el amor nació así… tan profundo, solo estas allí para protegerme, cuidarme hasta la hora de mi partida, te extraño, nunca te olvide, por eso esta carta que el viento en ecos te hace escuchar, es para ti, poblada de mi amor se perderá en la neblina hasta alcanzarte, desgranando el sentir y el deseo, que duermas al amanecer de aquel tiempo dorado de inocencia inalterable.

Hasta siempre, mi pequeño duende del ayer…


Autor: MEDIANOCHE