Me fui perdiendo entre el azul eterno, bebiendo el fragor de las olas coloridas de vida. En el silencio de la mañana un espejismo me sorprendió en medio de la duna, yo vi tu rostro, y tu mirada transformo mi pena. El sol salió, ilumino mi cielo dejando en sombras mi tristeza; y sucedió que un resplandor de fuego como un faro encendido, acampo en mis playas de arenas cristalinas. Reconocí tu voz, tu cuerpo, tu piel y tu mirada, aunque más pálido salías de la nada, quise llorar al verte así, zurciendo sueños. No fue posible, una estrella lejana me tendió su mano de corales, me dejo una flor del fondo de su mar helado. Tan azul, tan brillante que cegaba mis ojos al mirarlo. Así y todo, me dejaba flotando en las dunas un caracol rosado. La ballena me hablo de su nostalgia, de aquel tiempo que el hombre respetaba, cuando no mataban por matar a sus hermanos. La victoria del hombre tiene un fin sin historia. No ha de escribirse jamás esa tragedia. Alessandrini María del Rosario