Voy buscando asilo en el atardecer para mi corazón que está dormido, Solo, quieto, pende de un hilo. Sola en el manantial triste y perdida me siento, la cigarra impaciente me canta fuerte, por senderos y colinas,su canto alado. Me acompañan remolinos dorados, colgando de su esfera, brilla la luna ella me observa, ella murmura, ha nacido una estrella en el camino, testigo de mis pasos también la alondra, se descuelga sobre la alfombra verde. El duende de la noche danza, festejando y su magia, sopla nostalgia sobre la estela de mis huellas, sobre mis sueños, que el viento acompaña y desparrama. Como una semilla va germinando mis sentidos, mi piel voy dibujando la tierra entera, dejando a mi lado miles de estrellas, arriba en la montaña un árbol sueña, que la brisa me cuenta su perfume, su miel, que el árbol deja. Y me siento cual niña, desnuda, feliz sobre esta tierra, que me invita a crecer, cristalizándome sobre el follaje, infinita criatura de esta bóveda azul.