Julieta solamente quería ser una flor, la vida como planta la tenía exhausta, siempre amarrada a la tierra, en esa carrera de fondo, en su jardín. El color no le daba descanso— sus sueños parecían no llegar nunca. Ella ambicionaba volar como los pétalos de tantas flores del camino, que libremente se desplazaban felices por el mundo. Una noche a escondida hizo un terrible esfuerzo, se elevó con sus ramas, hojas y pudo sacar sus raíces, salió de la bruma espesa cerca de la frontera de su jardín. Se acordó del sueño que su amiga manzana le tenía contado. Se vio bella como ese fruto, no pensó en las consecuencias de serlo. Le dolía el cuerpo… abrió sus ramas lo más que pudo y se recostó cerca del lago, que hoy el jardinero había completado en la vereda, donde también otras compañeras estaban esclavizadas, lástima… que ninguna tenía un corazón de sueños. Ellas no deseaban volar, ni caminar solo bebía el agua para hacerse más vigorosa y dar más flores en la primavera. Julieta se sentía princ