Alejaste la sombra que te sigue en la mansa tarde de abril, nada parecía
superar tu intolerancia, solo en tu senda sin más luz que esos ojos metalizados
que atropellan sin piedad.
El día fue celestial, todo era perfecto. En tu solapa brillaba una rosa
de cristal como un corazón, como un juego de naipes sin jugador. El trébol que encontré
mientras caminaba me lo quede para que acompañara mi mala senda. Te perseguí sin
descanso como un ave rapiña, y sobre tu cuerpo revolotee, no podías verme solo
en tu soledad, solo tú, y la lejana leyenda de la eternidad.
Un camino equivocado, un rumbo distinto marcaste cuando el tiro de la
pistola resonó en tu tímpano destruyendo tus oídos.
No fue mi culpa, ni la tuya, quizás esa arma fue cargada por algún mal
nacido, quizás buscabas un recodo para descansar y ese disparo ocasional fue tu
escusa, no lo sé, pero el viento temeroso se oculta de esos ojos, la lluvia al
caer fuera de tu cuerpo me da escalofríos. Las estrellas no te guían- ni él sol-
ni la luna te acompañan.
Y sigues marchando, el ritmo me exige más, y ya no puedo hacerte ver que
ese juguete estaba montado con su jinete. Solo a ti te buscan, solo a ti que
mataste mi corazón, y ahora buscas la muerte del tuyo.
No podre remediarlo todo se oculta, y la verdad también. El tiempo
avanza lentamente ahora, tan lento que si quiero- puedo estar cuando apagues el
circuito de tu vida amorosa.