Él abrazando su cintura fue creciendo en ardor, ella se fue dejando como una hoja al viento, ambos se entregaron a sus delirios de noches inconclusas, de días torturantes, de horas de mucho deseo contenido. Ellos olvidaron todo lo que alguna vez creyeron poseer, dejaron jirones de sus vidas solo por los momentos de esta intensa lucha de valientes, íntegros pero en falta fueron desandando cada mirada esculpida con miedos. Cada segundo de deseo embriagador, logrando así el encuentro brutal de una sola eternidad, nada pudo más que el ardoroso instante, solo cuando llego el final descubrieron sus cuerpos saciados, dislocados, casi sin fuerzas, desnudos desde adentro reconocieron que es más fuerte cuando más se niega concretarlo.