Ella estaba esperando una nueva vida, su destino parecía abrirse como un abanico de múltiples retoños. La vida correría con ella, jugaría, soñaría, irían juntas para disfrutarla. Ella hacía muchos años que meditaba con tener esa porción de alegría, siempre pensó ser recompensada por los días del ayer de muchos sinsabores. Hoy, quizás podía tomar un sorbo de ese vino dulce. Días y días junto a sus noches de espantos, se repetía que así no debería ser, no lo merecía, pero últimamente no podía explicar ese sentir destructivo que se acrecentaba en su interior, dormía mal, vivía desordenadamente, no podía conciliar el sueño con facilidad, cometía muchísimos errores sumida en la desesperación del fin. Ella temía lo peor, sentía que debía cambiar eso en su interior, buscarse en medio de esa maraña de desencuentros y sollozos. Las cosas se presentaban como para seguir soñando en un mundo indiferente, donde estaba sola con sus pensamientos, donde quizás podía hace...