El aire zafo dislocado de ese cuarto,
una voz teñida de alcohol
se elevo rancia por los pasillos,
Dolores, gritaba el maldito.
El viento soplaba empañándola,
el gemir de las ventadas pobladas
de luciérnagas se iluminaba,
ella, batía su corazón con sus recuerdos.
Hacia una barca para zarpar, al infinito
donde nadie la pudiera encontrar,
entre las faldas de la noche se perdió.
Dolores, bautizada de niña se moría,
entre las letras de su nombre
solo el retumbar de su corazón, que
quedo entre los jirones de la madera,
ella partía, sin rumbo en el brazo del río.






