Cada vez que su presencia surge
desde el infinito rostro de la luna,
la dureza de la noche se aclara,
y brilla como un espejo su rostro.
El tiempo invisible como el sentido
viaja como la música del viento,
como un ingenuo sin lamento,
como un sonido etéreo azul marino.
Cuando la noche se asome a ella,
la luna aparecerá en caricias de luz
alumbrándola con luz blanca, serena,
inatrapable, suave y cristalina de luces.
Tan intensa y reluciendo su dorado
que la dama de la noche se inhibe
mientras la luna sonríe de cada lado
la noche se acuna en su interior y vive.
A-M-R



