de tus ojos que brillan
como dos luceros
escondidos.
Como la lluvia temprana
que cae desvanecida,
así, tu piel de trigo
absorbe y se nutre
de las algas de mi vida.
Tus ojos claros
alojan en su iris
ese amor transparente,
que el mar desnudo
te dejo penetrar
aquella noche.
Cuando tus lágrimas
desafiaron la tormenta
desquiciada,
de algunos envidiosos
queriendo corroer
tu alma.
Pero no sucumbiste
a esas fuerzas tenebrosas,
fuiste fuerte olmo
entre las palmas bravas.
Y nos unimos
entre cielo y mar,
junto a la lluvia
de lágrimas.







