La
carretera corre en línea recta entre montañas y lagos, es un bello paisaje para
deleitar la vista y el alma.
Pero no es así para Victoria, ella siente un extraño malestar que lastima su
alma, se sentía tan insignificante, tan vacía esa mañana, se partió al medio
cuando descubrió su engaño, sabía que no debería confiar.
Advirtió que el coche se desplazaba rápidamente, fue como un suspiro que
ilumino su mente, trato de calmarse, aflojo el pie del acelerador a tiempo, un
cruce le cortaba el paso justo el más peligroso de la zona, casi freno de golpe, y pudo contener al vehículo, fue en ese momento que pensó, nadie merecía que ella
se olvidara de todos sus afectos tan solo por un hombre.
Victoria, una mujer fuerte, inteligente, instruida, atractiva y hermosa, sufrió
una gran desilusión amorosa, que la enloqueció fue tan fuerte su vergüenza, su
dolor, que salió disparada sin pensar en nada más que alejarse del lugar donde
todos la conocían.
La popularidad de victoria tenía su raíz , ser hija única de una familia de
renombre y mucho dinero, además de su belleza y esa delicadeza que la
caracterizaba, , con un corazón tierno. Ella se dedicaba en su tiempo libre a
ayudar a los niños y ancianos sin afectos, les prodigaba amor y todo lo
necesario para que sus vidas cambiara.
Giro en redondo, tenía que regresar no valía la pena esta acción, acelero
despacio como si quisiera aclarar su mente, los pensamientos golpeaban sin
cesar, recorrían su piel, su boca, sentía el sabor de sus besos, la forma como
le decía que la amaba, su cuerpo de fuego.
Su mente se desvanecía al recordar tanta pasión la noche anterior, tan creída
de ese amor salvaje, tan expuesta.
Freno el coche frente a su estudio, bajo decidida a su despacho, allí su
secretaria le dio todos los recados del día, con una sonrisita que valía pena
esculpirla, tomo unos papeles de su escritorio, fue hasta el armario, busco un
expediente y con una amplia sonrisa llamo a su secretaria, y la despidió.
Luego llamo a Ricardo su marido, para que planeara el viaje de descanso tan postergado
que hacía tiempo él quería hacer, sorprendida de su decisión tomo unas
pastillas que usaba para dormir, y lentamente levanto su pisa papeles, abrió la
puerta corrediza que la separaba de su despacho, lo vio sentado, tan tranquilo
haciendo su tarea. Ayudada por el silencio de sus pasos , se acercó lentamente, Y dejo caer con fuerza aquel objeto sobre su cabeza, lo vio derrumbarse lentamente, no sintió pena solo un amargo dolor, cerró la puerta
desapareciendo entre la multitud, se perdió calle abajo.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI