Hoy, me detengo
al borde
del deseo,
que me arrastra
sin conciencia
a tu piel canela,
a tus ojos
coronados
de fuego y deseo.
Hoy, más que nunca
te dejo latir
sin medida,
te estrujo
el corazón,
te arrastro dócilmente
al final del túnel
embriagador,
donde las caricias
escapan
violentando la razón,
dejando a su paso
un remolino
de placer,
que no ha de parar nunca.






