
Complaciéndose con sus frutos y su venta,
la niña y su madre, ríen feliz.
Sus humildes productos, que recogieran de su huerta
hoy les da de comer, su clientela se nutre con su miel,
con sus frutos jugosos.
El paisaje mágico, luminoso, lleno de vitalidad, y cánticos
donde las protagonistas soberanas, dominan el lugar.
Con asombro y curiosidad, cuentas sus monedas,
que guardan en su atuendo amplio.
En ellas renace la alegría, bajo la tarde tibia,
en sus rostros se refleja, haber terminado la faena del día.
Oro y trigo, amor, y un racimo de fresco aliento.
Un mañana libre de hambre, portando el triunfo
asoma la felicidad.
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