Aquella tarde primaveral
te vi llegar
con tu atuendo de hombre
pasional,
de mirarte, me enamore
de tu andar,
tu figura robusta,
tu caminar,
nadie imagina cuánto deseo
despertó,
tú presencia, tu estilo, tu estampa
de hombre sensual.
Sin razón, sin objeción,
en tus brazos caí,
en tu regazo como una flor
me deshoje,
en esos ojos negros me vi
desfallecer,
en tu piel canela, ardiente
me cobije.
La pasión desbordó liberada,
y fuimos ambos
fósforos en la rivera
de la música.
El amor junto al deseo
despertó,
por un sendero apasionado
nos llevo.
A la hora de la luna
se presentó el descontrol,
y entre las hojas de su luz,
pintamos su belleza
de ardiente fuego,
naciendo en poesía...
A-M-R

